terça-feira, 25 de fevereiro de 2014

Diario de un extranjero





Aquí en mi nación
llevase el horizonte junto al pecho.
Respirase corazón,
desbravase los bosques
hasta que se vean 
las raíces de la tierra,
secando al sol.
En mi país, en mi país de lejos,
los hombres escupen,
en las cicatrices de los hombres.
Y aquí no hay tempestades, aquí no llueve.
Solo es permitido a las nubes
una suave llovizna,
que ni llega para lavarse la cara.
¡Todo aquí grita, pero no lo digas a nadie, nadie lo sabe!
El cielo grita, la tierra grita,
los árboles, las casas cerradas, las paredes,
los caminos, las piedras,
los hombres del pasado, los hombres del futuro…
las flores podridas en las escopetas… ¡Gritan!
y los que se mueren, se mueren
porque no pueden gritar más.
Y los que se van, se van con la voz ronca.
Pero no lo digas a nadie, nadie lo sabe,
nadie lo puede conocer…
Mi país de lejos, un país que se grita
sin saber.


Rita Oliveira

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